Rainer Maria Rilke nació en Praga en 1875 y murió en Val-Mont, Suiza, en 1926. Es uno de los poetas más importantes que escribió en lengua alemana. Y es también uno de los poetas universales.
Este gran poeta escribió en “Los cuadernos de Malte Laurids Brigge” que para escribir un solo verso era necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas, conocer a los animales, sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimiento hacen las flores al abrirse por la mañana, etc.
Rilke visitó España en 1912 y se detuvo en las ciudades de Toledo, Córdoba y Sevilla, y vivió durante dos meses en la ciudad de Ronda, que fue donde escribió la sexta elegía de su famoso libro Elegías de Duino.
He aquí un fragmento de la primera elegía.
LA PRIMERA ELEGÍA
¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes
angélicas? Y aun si de repente algún ángel [2]
me apretara contra su corazón, me suprimiría
su existencia más fuerte. Pues la belleza no es nada
sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces
de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente
desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible.
Así que me contengo, y me ahogo el clamor de la garganta
tenebrosa. Ay, ¿quién de veras podría ayudarnos? No
los ángeles, no los hombres, y ya saben los astutos
animales que no nos sentimos muy seguros en casa,
dentro del mundo interpretado. Nos queda quizás
algún árbol en la loma, al cual mirar todos los días;
nos queda la calle de ayer y la demorada lealtad
de una costumbre, a la que le gustamos, y permaneció,
y no se fue. Oh, y la noche, y la noche, cuando el viento
lleno de espacio cósmico nos roe la cara:
¿Para quién no permanecería aquélla, la anhelada,
la tierna desengañadora, ahí, dolorosamente próxima
al corazón solitario? ¿Es más suave con los amantes?
Ay, ellos sólo se ocultan uno a otro su suerte.
¿Todavía no lo sabes? Arroja el espacio que abarquen
tus brazos hacia los espacios que respiramos; quizá
los pájaros sientan el aire ensanchado con un vuelo
más íntimo.
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